Hay economistas, los ortodoxos, que son los encargados de convencer a la sociedad sobre la preservación de los privilegios de una minoría. Desde su punto de vista, no hay posibilidad de una equivocación: no pueden tenerla, objetiva y subjetivamente, acomodan todo tipo de realidad a sus esquemas, gráficos o estadísticas. Encajan la realidad a sus ideas. Quizás no lo digan de forma directa, sino con un lenguaje encriptado. Con palabras altisonantes que imaginan un supuesto beneficio colectivo y de lo que se trata es de la aplicación sistemática de la violencia institucional en lo físico, psicológico, social y económico hacia el conjunto de la población.
Estos peones del establishment son los economistas. Profetas que se ocupan de cuidar el terreno de unos pocos y promocionan sistemáticamente la ignorancia. Privatizan el conocimiento económico sobre cómo la sociedad se organiza para producir bienes y servicios, que si bien no es sencillo de comprender, lo que están buscando es que la clase obrera y el pueblo ceda su auto-reconocimiento en la creación de riquezas, ignorancia que siempre será funcional al sometimiento. De esta manera, desde el pueblo reproducimos palabras de otros, pensamos con criterio prestado y convalidamos un consenso bastante extendido acerca de que los temas económicos son complicados, complejos y de muchas matemáticas, y que por supuesto deben encargarse los estudiosos de la economía convencional. ¡Es necesario que desafiemos esta trampa!
Lo exagero. La cuestión económica no es difícil de abordar, sólo requiere de un poco de dedicación. De adquirir herramientas básicas para evitar ser engañados o, peor aún, encontrarse defendiendo intereses que no son propios. El primer paso es "despejar la paja del trigo". Arturo Jauretche les llama zonceras. Hay una primera a deconstruir, los medios le dicen la "grieta", que no es un país desgarrado por la intolerancia sino la misma lucha de clases de intereses irreconciliables. "¿Los argentinos somos zonzos...?", se preguntaba Jauretche en 1968 y se responde: "Las zonceras consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis para adultos- con la apariencia de axiomas para impedimos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido... A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.". Con este gran aporte del maestro, contraataquemos a los difusores de la economía del miedo.
Si hay algo que por lo visto disgusta al capitalismo e incomoda a sus académicos de copetín, es que desde la clase trabajadora hablemos de lucha, hablemos de clases, y más aún, hagamos ciencia de ello en la conciencia del pueblo trabajador. Decía Marx en 1847: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases” y desde entonces los intelectuales de la City intentaron negar esta idea fuerza, que Marx no la descubrió sino que es la realidad misma y sólo le puso nombre.
Lo intentaron pero no lograron expulsarla de las ciencias sociales. Apenas lo consiguieron con la corriente principal de una de ellas, la Economía, sobre la cual abordaremos las principales zonceras (que la experiencia misma ya refutó) y que aún se presentan como verdades irrefutables, como hemos visto, en las huestes de los medios hegemónicos de comunicación y las usinas de pensamiento.
El objetivo de este apartado es comprender desde el punto de vista de las clases trabajadoras, manifestaciones como la inflación, la competitividad, el dólar, la inversión pública, el "gasto" social, el ajuste, el desarrollo y la distribución del ingreso, entre los temas elegidos, con una doble finalidad: la primera, encuadrarnos detrás de una mirada contrahegémonica que nos permita realizar un balance sobre los aspectos positivos y negativos de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la reacción del partido oligárquico y los límites que no hemos enfrentado; y la segunda, determinar cuánto del pensamiento dominante limita nuestra práctica para ejercitar la economía política. En otras palabras, cómo practicar el socialismo en la gestión económica de nuestra política, y en el proceso, ir comprendiendo contra qué nos enfrentamos.
Partimos del dilema, como ya decíamos, tecnología-empleo-desempleo-consumo, en la tendencia mundial de concentración de la propiedad y la socialización permanente de la producción y la pobreza. Vemos que desde los centros mundiales se pergeña cuánto es posible aumentar, por ejemplo, el salario mínimo en los países dependientes. Sencillo: si se aumenta más de lo permitido, sobreviene la presión hacia aquellos gobiernos populares que dan respuesta a la exclusión socioeconómica. ¿De qué se trata? Demos un ejemplo: en todo el último mandato de Cristina Kirchner (2011-2015) no hemos podido superar el tercio de la población en la informalidad ¿No responde justamente al límite que toleran los empresarios? Si empleo de calidad exige desarrollo industrial ¿Lo tolerarán las 147 compañías líderes del mundo y pregoneras de la "reducción de los costos laborales"? ¿Tienen algo que ver estas multinacionales de tecnología de avanzada con las villas y asentamientos de Argentina? Por supuesto que sí. Su permanente concentración, centralización y desarrollo tecnológico, sumado al dominio de más del 50 por ciento del comercio mundial, tiene su contrapartida en las villas y asentamientos en todos los países del tercer mundo.
Esta "reconversión productiva" implica cada vez menos obreros calificados reemplazados por la robotización y esa mayor "competitividad" no es ni más ni menos que menor consumo, salarios paupérrimos y exclusión de bastas masas trabajadoras del mercado laboral: en lo objetivo, estamos hablando del despliegue de la industria a gran escala consecuente al alineamiento de los dueños del Estado con el Imperialismo.
Siguiendo con la tan pretendida "competitividad", desde los centros capitalistas se importan devaluaciones para conseguirla. Si se observa bien, en Argentina quiénes cobramos en pesos somos los laburantes y nos están diciendo que nuestros salarios son muy elevados en dólares. Y profundizan: aludiendo que “una devaluación es condición necesaria para que crezcan las exportaciones", como si éstas dependiesen de hacer mierda el salario de los laburantes, cuando en realidad, se trata de un mecanismo de robo a los laburantes hacia las clases mundiales del capital.
Peor aún, con un cinismo desvergonzado, dicen que el salto abrupto en sus ganancias "derramará" un futuro crecimiento en el conjunto de la sociedad: es la teoría del derrame. Preguntémonos si acaso el escandaloso enriquecimiento de una minoría es la condición necesaria para una mayor riqueza nacional. ¿De qué se trataría la riqueza nacional no?
Pequeña digresión con la "Teoría del Derrame". Según el pensamiento ortodoxo, supone una relación positiva entre desigualdad social y crecimiento económico. Explican cínicamente que para invertir debe existir un ahorro previo y que los ricos son los iluminados para hacerlo. Por lo tanto, hay que fomentar sus ganancias. Dicen que una desigual distribución de la renta generaría que una mayor porción de la misma sea ahorrada por los ricos y por lo tanto, invertida (¿con el acopio en silobolsas y fuga de capitales invierten? ¡Nos están tomando por pelotudos!). Y como la inversión es la base necesaria para una futura mayor producción, vociferan que la desigualdad del hoy derramará el incremento de la riqueza futura en todas las clases sociales. ¡Chantas! Esta teoría la enseñan en las Universidades.
Refutemos. Las clases populares consumimos siempre una mayor parte de nuestros ingresos para sobrevivir -¡obviamente, cuesta ahorrar porque cuesta llegar a fin de mes!-, es decir, una mayor concentración de la renta lo único que va a ocasionar es que tengamos menos plata en el bolsillo, o que valga menos vía devaluación o inflación de la canasta de alimentos y los servicios básicos para vivir. Lo único que ocasiona "el derrame" es una merma en el nivel general de consumo, depresión de las ventas y la inversión en producción. El resultado final es una economía empujada hacia la recesión con una riqueza nacional en disminución.
Pero por un momento juguemos a la ingenuidad. Supongamos que es cierta la gentileza de la oligarquía del derrame: aun así lo que se distribuye es el “ingreso" y no la "riqueza", es decir, se distribuye la parte que se lleva el capital en forma de ganancia y el laburante en su salario. Dinero, papel. En otras palabras, nunca se derramaría la riqueza de los medios de producción que supone, tomando a Marx, una previa acumulación originaria que desde 1976 -militares mediante- se encuentra sana y salva. ¡Por donde lo miremos nos cagan!
Continuemos. Mediante fuga de capitales, acopio de la soja en silobolsas y gobiernos oligárquicos, promueven la devaluación al tipo de cambio -simple, un dólar caro para los locales y barato para los extranjeros- con el objetivo de hacer mierda el poder adquisitivo de los laburantes y que las PYMES no tengan ningún acceso al crédito (es decir, acceso al dólar que ingresa a la economía mediante deuda externa, que a su vez se convierte en peso para cubrir el déficit fiscal, y que esos capitales son restringidos por el BCRA con tasas inalcanzables para los locales), lo que ubica toda la economía al servicio de la timba financiera, el ingreso de importaciones dolarizadas, capitales golondrinas, fondos buitres, el negocio de la deuda externa y la consecuente expoliación de recursos naturales.
Combinemos ahora el dólar con la competitividad. Veamos como estas zonceras que fuimos describiendo nos limitan en el desarrollo nacional: pretende que no invirtamos los capitales en infraestructura productiva, ciencia y tecnología, tarifas de gas, agua y electricidad a costos accesibles, abaratamiento de fletes y coherente articulación comercial entre las economías regionales, urbanas y rurales, internas y externas. Este último es el camino. Pero bajo este sistema solo permitido para los países del primer mundo, los “desarrollados”. Profundicemos: desarrollo y subdesarrollo están estrechamente relacionados. Son las dos caras del mismo proceso histórico. Uno necesita al otro para existir. En consecuencia, si el Tercer Mundo pretende ir hacia el desarrollo, debe superar el subdesarrollo en su proceso histórico y en su estructura productiva. Ruptura revolucionaria de la división internacional del trabajo diseñada por los centros imperialistas.