En este nuevo Día del Trabajador, qué mejor homenaje que rendirle tributo a uno de los nuestros, que por desidia empresarial y por esas raras contradicciones del destino, perdió la vida en mismo lugar donde se la iba a ganar.
Por: Carlos R. Correa
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El caso
El miércoles 26 de marzo de 2008, Damián Leonel Correa (25) concurrió como todos los días a su trabajo en Laboratorios Maprimed -ubicado en el barrio de Mataderos- que en ese momento era una empresa subsidiaria del poderosísimo Grupo Roemmers.
Tenía horarios rotativos y esa semana debía trabajar en el turno tarde, por lo que ingresó a las 14 y hasta las 22 debía cumplir sus habituales tareas en la sección sólidos, labor que consistía en manipular drogas medicinales que después se transformarían en distintos comprimidos curativos.
Pero a poco de comenzar con su trabajo después de la pausa de las 18, una falla en la seguridad industrial hizo que esa jornada laboral se transformara en tragedia. En primer lugar por convenio, al tener una corta capacitación, Damián debió ingresar al sector acompañado… Además, se conectó confiado porque la rosca de la válvula de oxígeno debió ser distinta a la de nitrógeno, por lo que no debía haber dado lugar a que se equivocara, con el agravante que la señalización de colores eran difusos… El justificativo de la empresa y del supervisor de turno, fue que el sector estaba en refacciones y por ello se había improvisado un habitáculo precario
Lo cierto es que mi hijo, en vez de enchufar el pico de su escafandra a oxígeno (vida), lo hizo a nitrógeno (muerte) y falleció instantáneamente. Lo que sigue tiene un tinte morboso que por una cuestión de buen gusto voy a obviar de relatar (*). En realidad, en este Día del Trabajador no quiero hurgar en mi memoria para remover recuerdos dolorosos… Prefiero quedarme con lo bueno que sucedió en el laboratorio después de la partida de Damián…
El contexto era de total indefensión para los trabajadores. No estaban sindicalizados y una década atrás, la perversa modalidad con que algunos gremios se manejaban en detrimento de los que deberían representar, era similar a la actual, aunque tengo en claro que la mayor responsabilidad fue de la empresa… Es que la culpa nunca es del chancho…
Lo que siguió fueron todas llenas para los compañeros de Damián, porque pese a que recibieron intimidaciones, amenazas de dejarlos sin trabajo y presiones de todo tipo, no se amilanaron, fueron al sindicato que los debía defender y representar (ATSA) y exigieron el apoyo que necesitaban para formar una comisión interna, algo que estaba vedado -entre otras cosas- por el temor de ellos a perder sus fuentes de ingreso, pero también porque el parámetro de estas empresas multinacionales siempre es la plata y como para ellos los trabajadores son nada más que un número, preferían ser generosos con los inspectores del sindicato, pero no con sus empleados…
Punto de inflexión
La batalla siguió, por un lado mi familia y yo -al ver el compromiso que habían asumido- nos solidarizamos y comenzamos a interactuar, haciendo por ejemplo que los artículos que yo escribía en www.diarionco.com sobre el caso, se filtraran por distintas vías de difusión y llegaran a lugares inimaginables, por lo que la cosa se puso aún más espesa… Claro, la empresa no admitía que un “negrito” de La Matanza y un grupo de trabajadores cansados de humillaciones, les hiciera modificar el statu quo al que estaban acostumbrados y la batalla se transformó en una guerra sin cuartel
Por todos los medios intentaron quebrarlos; tampoco tuvieron escrúpulos con nosotros, ofreciéndonos una importante retribución para que dejemos de accionar, como si nuestra dignidad tuviera precio; como si la traición fuera nuestro estilo de vida…
Pero nos subestimaron mal, a sus trabajadores, a mi familia y a mí, haciendo lo imposible para que renunciáramos a la lucha, destruyendo inclusive una placa homenaje a Damián que al cumplirse un año de su muerte habían instalado en el antiguo cuartito gremial, conquista que también ellos habían obtenido…
Y en el medio Damián, presente en cada reunión, en cada medida de fuerza, en cada manifestación, en cada mesa de negociaciones, en cada reivindicación, en cada trabajador al que pretendían vulnerarle los derechos, en cada elección gremial, en cada uno de ellos y en cada uno de los empleados nuevos que se fueron incorporando al laboratorio a lo largo de una década, que tomaron consciencia de los riesgos que corrían y también adoptaron a Damián como bandera de sus luchas…
Pasaron 10 años de aquella tragedia y si miramos hacia atrás, para toda la familia Correa impactan sobremanera todos los logros que sus compañeros fueron consiguiendo: con la sindicalización como punto de partida, se pueden mencionar el tema de seguridad industrial -haciendo mutar algunos hábitos que estaban instalados en detrimento de la salud de los trabajadores-, un plus económico para algunas tareas de riesgo; el comedor para empleados, la extensión del horario para el refrigerio, la reincorporación de los trabajadores despedidos sin causa… Y finalmente, la construcción de un cuarto gremial separado de la planta que (como puede verse en la foto) lo bautizaron Damián Leonel Correa…
No se imaginan el orgullo que como trabajadores mi familia y yo sentimos por semejante gesto de sus compañeros; porque los periodistas también somos trabajadores… La mayoría con pocos derechos, con sueldos de hambre y con algunos contados privilegios que a veces compensan esos bolsillos flacos y la falta de respeto de algunos pocos dirigentes, sin distinción de sexo ni de ámbitos públicos o privados…
El 26 de marzo de este año, cuando se cumplían 10 años de su adiós, en familia fuimos a visitar el laboratorio porque Elsa quiso ir a dejar una flor en el lugar donde Damián respiró por última vez y nos encontramos con esa tremenda novedad… Fue un momento muy fuerte y emotivo; pero la vida es eso, momentos, como ese momento nefasto donde producto de la desidia humana de los empresarios y de la inacción de algunos dirigentes sindicales, se apagaba la vida de un trabajador, pero nacía la del estandarte de un centenar de trabajadores que sacando provecho de una desgracia, encontraron la veta indicada para que aflorara su dignidad humana, pusieran lo que tenían que poner y salieran en busca de sus elementales derechos laborales… Y no solo lo consiguieron, si no que siguen yendo por más…