El 5 de marzo de 2018 se presentó por séptima vez consecutiva en la Cámara de Diputados de la Nación el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) redactado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y gracias al enorme movimiento de mujeres, trans, lesbianas, y colectivos LGTBIQ, el 13  de junio se debatirá en la Cámara baja.

Esta conquista es enorme, la visibilización que logramos, los pañuelazos en todas las plazas del país, el debate en los medios más retrógrados, donde hace no mucho tiempo se cortaban polleras, se estigmatizaba  a mujeres, se hablaba sobre sus estrategias para llegar a la fama, donde nos promocionaban como objetos de consumo; hoy, se habla del aborto, se ve nuestro uniforme verde como dijo Ofelia en el Congreso de la Nación y se  pone sobre la mesa los datos atroces de muertes por abortos clandestinos.

No es suficiente, claro. Porque nos siguen cosificando, persiguiendo, cuestionando, exigiendo y matando. Sabemos que éste es el principio de la continuación de una lucha histórica y creo que tenemos que entender que las luchas históricas, trascienden a dirigentes políticos. Esta democracia ficticia y representativa nos hace depositar esperanzas y culpas en gobiernos, pero más precisamente en presidentes como máxima representación. Entonces olvidamos por momentos quién es el real enemigo, a quién representan los gobiernos, y sobre todo, el poder que tiene la clase trabajadora unida. 

Ante esta nueva oleada del feminismo hay muchas cosas que estamos aprendiendo sobre la marcha, porque tenemos que hacer el triple de esfuerzo como trabajadoras en una situación económica que nos explota doblemente, para luchar ante una sociedad que nos exige explicaciones todo el tiempo, y que nos enseña desde que nacemos que otra mujer al lado es sinónimo de competencia.

Me pregunto cómo decirle a la compañera, a la hermana, a la vecina, que culpa a una ex presidenta y señala con el dedo las contradicciones de usar un lenguaje feminista, que el enemigo no está en la pesada herencia. Cómo hacemos para mirar con coherencia cada contexto en todos los casos, sin eximir de responsabilidades a los políticos, exigiendo,  pero entendiendo que gracias a la presión del pueblo Etchecolatz volvió a la cárcel, a pesar de las medidas de “reconciliación” que impulsó  el gobierno de Cambiemos. Cómo hacemos para ver la totalidad, porque con mucho orgullo enumero muchísimas medidas implementadas en la “década ganada” entendiéndolas dentro de un sistema capitalista con una visión económica que fomentaba ese sistema, pero entonces si vamos a responsabilizar a la ex presidenta por causar la muerte de miles de mujeres por aborto s clandestinos, como he leído reiteradas veces, si vamos a señalar con el dedo a una mujer por su lenguaje feminista y regocijarnos en sus contradicciones, entonces también culpémosla en su totalidad.

Culpémosla por la Ley de Identidad de Género, culpémosla por el programa Ellas Hacen, por la Ley de Protección Integral de los Derechos de niñas, niños y adolescentes, por la Ley de Educación Sexual Integral, por el programa de Salud Comunitaria, por las vacunas contra el HPV, por la creación de la Secretaría de Diversidad en el área de Derechos Humanos, por la Asignación Universal por Hijo y por embarazo, por la jubilación de ama de casa, como para nombrar alguna de las locuras de Cristina.

Pero entonces ahí no nos gusta tanto depositar todas las responsabilidades o conquistas en una dirigente, pero si entendemos o si intentamos entender de qué se trata esta marea revolucionaria, si nos vemos reflejados y reflejadas en luchas anteriores y vivimos el presente como la continuación y superación de un acumulado histórico, podemos entender que no nos han vencido, que tenemos mucho por hacer, por eso, cuando nos abrazamos en esta lucha feminista, no podemos acusarnos más, no podemos no estar unidas como clase trabajadora y doblemente explotada en esta única realidad, no podemos perder más tiempo en superficialidades. El enemigo es uno solo, y si nos miramos bien, vamos a poder ver que todas estamos de éste lado de la grieta.