Les voy a contar una historia. Tiene fecha y año: 24 de junio de 1829. Ocurrió en el pago de La Matanza, en una estancia ubicada en el km 40 de la actual Ruta 3, en la localidad de Virrey del Pino. Su dueño la llamó "Estancia El Pino" (o "Estancia San Martin" -adivine usted de quién hablo-) y desde los primeros años del siglo XX es el Museo Histórico Municipal de La Matanza. En ese momento, había sido el lugar de encuentro entre el inminente gobernador de la provincia de Buenos Aires, un caudillo emergente, y su enemigo derrotado, un tal Lavalle, para sellar el "pacto de Cañuelas" y retomando así la senda nacional de las gestas libertadoras de mayo de 1810. 

Por Gabriel Gabino.

Usted podrá intuir en lo que va de estas palabras cual está siendo mi verdadera intención: generar un clima de lectura que los adentre en la idea principal de esta tercera entrega. Sin más preludios: en aquel encuentro se creó el dulce de leche argentino y su recuerdo es una brillante excusa para hablar del "ser nacional", concepto de las generaciones revolucionarias que nos precedieron. Veamos el desenlace de aquella historia: esperando a Rosas -se ve que con cansancio-, Lavalle se queda dormido en una cama. La criada de la estancia al ver la actitud del enemigo, fue a dar aviso a los guardias. Sin darse cuenta, olvidó al fuego la "lechada" que estaba cocinando para su patrón. Rosas, no ingenuamente, deja que Lavalle tome un descanso. Cuando despertó, el caudillo le pide a su criada que le acerque el mate de leche. ¡La mujer corre para sarcalo del fuego! Al llegar, la criada encuentra una sustancia espesa y marrón oscura. Se dice que a Rosas le agradó el gusto y lo compartió con su enemigo político. Fueron los orígenes del dulce de leche argentino, por supuesto, en el pago de La Matanza.

Juan Manuel de Rosas asume la gobernación de Buenos Aires en 1829. Con él asumen los grandes ganaderos de la provincia y las masas rurales que lo siguieron (los quinteros, orilleros, matanceros y libertos). Buenos Aires ya no miraría hacia el puerto sino hacia a la pampa húmeda. Si, en las bases de la naciente Confederación Argentina este "giro copernicano" marcó un punto de inflexión en la historia nacional. Sin ir más lejos, luego del Pacto Federal, hacia 1835, Rosas fue el autor de una inédita normativa proteccionista -la Ley de Aduanas- que puso de pie al país autóctono relegado por la políticas rivadavianas desde 1810 (dicho sea de paso, Rivadavia es el padre de la deuda externa argentina). Esta ley había llegado para rescatar a las vapuleadas economías regionales que sí lograron subsistir hasta ese momento, lo hicieron a expensas de un empobrecimiento progresivo de sus poblaciones y del deterioro de sus principales actividades productivas. 

¿Qué estaba sucediendo en términos históricos? La primera experiencia práctica de superación de la principal contradicción Argentina (a recordar nuestra hipotesis: "poderío porteño hegemonizado por Buenos Aires y el capitalismo mundial o conformación de una Nación integrada e inclusiva por todo el territorio y su población"): el gobernador bonaerense se estaba ubicando al frente del devenir nacional, incluyendo (y no excluyendo) a las provincias argentinas. Por supuesto que el federalismo bonaerense tuvo sus límites, pero a los objetivos de estas reflexiones, estamos reinvindicando sus virtudes estratégicas.

La riqueza de la figura de Juan Manuel de Rosas nos sirve para comprender la unidad dialéctica entre el pago de La Matanza, la gobernación de la provincia de Buenos Aires y el porvenir nacional. Cada vez que en la Argentina gobernó el proyecto nacional y popular (entre 1945 y 1955 primera experiencia, 1973 y 1976 segunda y 2003-2015 su continuidad histórica), el municipio creció exponencialmente en población y producción, en una explosión positiva de su folklore y mestizaje. "Perón vuelve" se escribía en las paredes, en la época de la resistencia. "Muerto" se respondía desde las huestes del naciente terrorismo de Estado. "De risa" respondía el pueblo argentino: y "Gato" se le dice a la representación del ajuste en la actualidad (con el perdón a todos los felinos que tan buena labor realizan como mascotas, según mi experiencia personal). A contracara, cada vez que el proyecto rivadaviano gobernó la Argentina, los derechos humanos se violaron fisica, social, psiquica y materialmente. Si el Proyecto nacional y popular por un lado, y proyecto conservador, por el otro, reflejaron la lucha de clases argentina, hay que afirmar sus inicios en las gestas bicentenarias del mayo revolucionario.

¿Cual es, en definitiva, el sustrato material de esta separación de proyectos de país? Diré que la inclusión, en términos generales. En la próxima entrega lo detallameremos mejor. Mientras tanto afirmaré lo siguiente: en La Matanza se expresó claramente el componente nacional y popular mencionado. El peronismo lo llamó Estado del Trabajo. ¡Brillante! No se trata de conceptualizar en Estado de "Bienestar" o "Keynesiano".  ¡Del Trabajo!. Hay un componente humano a subrayar y en algun futuro, lo debemos teorizar con mayor precisión cientifica. La alegría, la dignidad, la depresión por perder tu integridad soicial. Trabajar para tu país y que tu nación te lo devuelda en calidad de vida, movilidad ascendente. De cada cual segun se necesidad y a cada cual segun su capacidad. ¡Si, el trabajo dignifica! De allí que, centralmente, los piqueteros fueron un movimiento de resistencia al desempleo, a la recuperación de la dignidad. De allí que, el derecho al trabajo, desde entonces, es una coordenada divisoria de aguas en la sociedad. Y quienes lo agreden, están en la vereda antagonica al pueblo argentino. 

En la proxima entrega también hablaremos del trabajo. Pero por ahora volvamos a Juan Manuel de Rosas para culminar estas palabras: en 1845 se produce el bloqueo al comercio maritimo argentino, por parte de los ingleses y su tristemente aliado francés. Rosas presidía la naciente Confederacion Argentina. José de San Martín conciente de aquella prepotencia imperialista, ofrece sus servicios a Rosas para defender la Patria. Le entrega su legendario sable corvo, el mismo de las Batallas de San Lorenzo y Maipú "como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla. Y en una interesantísima línea de continuidad, Rosas, años después, toma posición ante la guerra de la Triple Infamia: “Su excelencia. El generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal Solano López, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria". 

San Martin, Rosas y Sólano López, el pensamiento que los unió invocó la defensa de la soberanía y el proyecto industrial de un país inclusivo, de la patria grande, libre, altiva y soberana. El "ser nacional" no fue más que la identidad de un pueblo unido en conciencia y organización, contra la identidad, poder y respaldo internacional de las clases dominantes. El ser nacional es la liberación nacional y continental, desde nuestro lugar de lucha.